jueves, abril 07, 2005

Lecturas 4: Droga Dura.

Hoy toca Ulises de James Joyce.
Muy bonito. Le doy un 8.
Fin.
...
¿No cuela?
Bueno. A ver cómo lo digo...
Ulises, al contrario de lo que me pudo parecer antes de empezar a leerlo, tiene muy poco que ver con la Odisea de Homero. Existe una relación, claro. Cada capítulo está ligado a un pasaje de dicho mito, pero en la mayoría de las ocasiones es una relación muy debil y a veces cogida por los pelos. Ulises es, ante todo, una simple historia, que gira en torno a un día en la vida de Leopold Bloom, un hombre maduro de ascendencia judia en la Irlanda de principios del siglo pasado;pero la simplicidad del fondo no tiene nada que ver con la forma: la narración está adornada de detalles, llena de referencias inencontrables, de pasajes oscuros, de parrafos enteros que tienen pinta de morralla pero no lo son. Porque una de las cosas que deben quedar claras en este libro es que nada tiene desperdicio, y que cada palabra tiene su significado en la historia, ya sea como leit motif recurrente, como mecanismo para el conocimiento del personaje y de su contexto, o como ida de olla puntual del autor. A lo mejor estoy resultando un tanto pedante, pero joder, estoy hablando del puto Ulises de Joyce, no de Teo Viaja En Bici.Es un libro que no tiene sólo una lectura. Podemos coger el camino más fácil y leerlo como una novela -atípica, eso sí-, sin detenernos dos veces en los párrafos más ambiguos o extraños que nada tienen que decir sobre la historia principal, desligándonos de todos los artificios y ciñéndonos al esqueleto de la trama. Pero podemos, por el contrario, dedicarnos a leer cada página con lentitud, asimilandola en cada uno de sus detalles, volviendo si es necesario a releer páginas de capítulos anteriores y captando las sutilezas, los dobles sentidos y los guiños que no sean demasiado inaccesibles. De esta forma es como se puede entender la grandeza de lo que tenemos entre las manos, se le saca muchísimo más jugo al libro, y al contrario de lo que pueda parecer, se le acaba tomando la medida y termina siendo más ameno. Desde luego, lo que no debe existir es una lectura del libro 100% comprensiva, porque el gran número de referencias, la mayoría de las veces ambiguas y desconocidas, reduce muchísimo la posibilidad de deducir qué está diciendo el autor en cada momento, o al menos, por qué lo dice, siendo éste un trabajo que ya les debía costar lo suyo a los contemporáneos de Joyce, muchísimo más al lector de hoy día.
Vale, pero... ¿De qué carajo va el puñetero libro?
Ya lo he dicho antes. Es un día en la vida de Leopold Bloom/Ulises. Bloom, casado con una conocida cantante que le pone los cuernos, se dedica a sus quehaceres cotidianos. Asistimos a su desayuno, a sus encuentros fortuitos en la calle, a su empleo en el periódico, incluso le acompañamos en el funeral de un amigo. Sin embargo, Bloom no es el protagonista, tan solo el testigo de todo lo que va pasando a su alrededor. Hay capítulos en los que aparece solo durante un breve instante, mientras el tema principal gira en torno a una charla sobre Shakespeare en la biblioteca, o sobre la independencia de Irlanda en un bar. Es el personaje omnipresente, si obviamos unicamente los tres primeros capítulos del libro, que narra las primeras horas del alba de Stephen Dedalus/Telémaco, personaje con el que Bloom establece un importante vínculo.La historia de este libro no es nada convencional, aunque no es lo más importante ni de lejos. Lo que verdaderamente acojona es la forma de contarlo. Y es que Joyce experimenta en cada capítulo, juega con las estructuras, con la forma de las palabras, se mea y se caga en las convenciones, pero lo hace con un estilo tan elaborado y cuidadoso, que dan ganas de exhumar su esqueleto y darle un abrazo. Esta complejidad narrativa cautiva desde el principio mismo, cuando uno comprende que está ante un libro que debe leer alerta y con los cinco sentidos. El uso de la palabra interior, descubrimiento impresionante (aunque Joyce reconociera que no era suyo), es uno de los motores principales de la narrativa, consistente en plasmar en palabras todos y cada uno de los caoticos pensamientos, recuerdos y anhelos que van surgiendo en la mente de los protagonistas, pero no el único. Las visiones, las alucinaciones, los flashbacks... Se pasa de la realidad a la surrealidad en menos de un párrafo, es brutal.
Cada capítulo está situado en una franja horaria, está relacionado con un arte, está escrito en un estilo distinto, tiene una referencia homérica, está ligado a un órgano y tiene un color que lo representa. Esta complejidad no debería ser tomada muy en cuenta por el lector primerizo, que es lo que soy yo al fin y al cabo, pero hay veces en las que es curioso seguir este esquema para comprender algunas situaciones y conceptos. De hecho, al final de la edición que he leído, viene un esquema con toda esa información, esquema que Joyce no estuvo de acuerdo en publicar.
Y termino que me está saliendo un ladrillo considerable. Aunqeu al principio le haya puesto un 8, creo que es de esos libros que gana puntos con segundas o terceras lecturas. Puede que la próxima vez que me de por leerlo, le otorgue un 9, quién sabe. Este libro, aunque no es recomendable para todos los públicos, es para saborearlo más que para leerlo. Un libro de cabecera. Quiero una guinness ahora, coño.

Nota: Traía más libros para reseñar, pero como no quiero que este blog se polarice tanto en el tema "Lecturas", creo que por mi parte me dedicaré tan solo a comentar un libro cada mes, dando una puntuación sin explicaciones al resto:
- The Invisible Man, H. G. Wells (7'5)
- Merlin, Stephen R. Lawhead (7)
- Arturo, Stephen R. Lawhead (6'5)
- Brujas De Viaje, Terry Pratchett (6)

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