viernes, mayo 04, 2007

04/05/2007 15:12:58 CET

Si este blog acaba reconvertido en un púlpito desde el cual lance miserables estampas de la (mi) vida laboral, lo siento, pero la situación actual me conmina a compartir con vosotros la pesada carga que soporto, que no es otra que la de haber convertido por error y, a efecto de bases de datos, algo así como 300 camiones en burro-taxis y/o viceversa. No lo sé. El caso es que de tanto tocar botones, en algún momento del viernes pasado, justo a media hora antes de irme de puente, algún cable se me cruzó y pulsé el botón que no había que pulsar, ese grande y rojo con una calavera pintada y que hay justo debajo de un cartel luminoso que reza: "NO PULSAR".

Click.


Resultado: Aquí estoy, pringando e intentando arreglar lo de los burro-taxis. ¿Que podría contar yo aquí mientras espero a que se ejecute un procedimiento en curso que está tardando DEMASIADO TIEMPO? Puedo dejar que la mente divague... Hoy me he tomado un café de máquina sin azúcar. El azúcar, ese ingrediente que proporciona alimento para el cerebro y tal. Estaba asqueroso, pero eso ya lo habréis intuido desde el momento en que la palabrá "café" y "máquina" aparecen juntitas. El caso es que sin azúcar me ha sabido a todo excepto a café. Por un momento se han activado algunas papilas gustativas que me han indicado que lo que estaba sorbiendo, con un sentimiento muy lejano a la fruición y al deleite, era nada menos que el polvillo negro que queda cuando se raspa una tostada quemada. Ha sido un momento de sabor tan intenso que he tenido que ir a evacuar casi espontáneamente y de una forma tan violenta que he tenido incluso que reprimir gritos mientras arañaba los azulejos del wc(¡qué grotescas situaciones habrán vivido o habrán de vivir esos azulejos!) en busca de algo a lo que aferrarme. Finalmente, el café sin azucar con regusto a tostada quemada, que segundos antes había entrado por mi boca, y tras recorrer a toda mecha el sistema digestivo de servidor, salía espurreado por el orificio de salida que se suele llamar con las siglas OGT en bastantes culturas y, corre en estos momentos a engrosar el turbio caudal de mierda que recorre esta villa.

Podría divagar más, pero el procedimiento de los cojones ha terminado y me piro a casa a comer algo que mi estómago pueda retener con más eficiencia.

No tomeis café de máquina, sirva ésta fábula de ejemplo.

4 comentarios:

Pipilota dijo...

hmmm creo que deberías haber mirado antes de tirar de la cadena, lo mismo aquello que expulsaste tenía ojos o algún parecido con alguien.

O ¿lo hiciste y aún así decidiste tirar de la cadena antes de reconocer el fruto de tu pasión con el café de máquina (sin azúcar)?

Afortunadamente nosotros tenemos una supermegamaxichuli maquinita (porque es chiquitita) de cafeeexpressss que le salen los cafeses mejor que a los del bar de abajo . Y de ahí mi duda:

¿no es el azúcar un preservativo de esas máquinas (que les da lo mismo hacer un café que un té que un capuchino que un chocolate) para evitar esos dolorosos partos?

Perro De Lobo dijo...

Recuerdo que miré antes de tirar la cadena. Lo siguiente que recuerdo es que estaba frente al lavabo. Hay un vacío, un paréntesis de varios segundos en los que mi mente se niega a recordar, como le pasa a mucha gente que se enfrenta a traumas demasiado insólitos y extraordinarios. El cerebro es sabio y entierra esos recuerdos, por la amenaza a la cordura que representan.

De todas formas, la alternativa que tengo a la máquina de café es el café que te ponen en la barra de la cafetería. Y si el primero es un poderoso laxante, tomarse el segundo equivale a beberse un tubo de ensayo en el que hubieran hecho una sabrosa mezcla de salmonela, ébola y lupus. Y con tropezones extraños.

Respecto a lo último, por experiencia propia, creo que el azúcar no es un preservativo, sino un ralentizador de El Efecto.

david dijo...

Por lo que cuentas, la criatura salió al padre; esas amnesias traumáticas son típicas en la memoria de los días en que se supone que quedo con vosotros, je, recuerdo el ir, recuerdo la espera o el viaje en el ascensor, y lo siguiente que recuerdo es alejarme satisfecho de no notar irritaciones en ningún esfinter.

Lo de los burrotaxis suena tan fermoso que lo aplaudo, ¡tú di que sí!, reivindiquemos a los pobres burros, en peligro de extinción, y a tomar por culo tanto camión y tanta hostia.

Perro De Lobo dijo...

Hombre, el esfinter no lo tienes porqué notar irritado (mantequilla BREDA, excelentes resultados) , pero la próxima vez que vuelvas a recuperar la consciencia tras una visita, aprovecha el espejo del ascensor, fijate en esa sustancia cremosa de la comisura de tus labios y pregúntate si a lo mejor no había buñuelos de nata para cenar.

Los burro-taxis forever. Pero lo próximo será expender licencias de hovercraft a dos manitas.