domingo, marzo 13, 2005

Ahora eres un hombre (3)

III

Y hasta aquí hemos llegado. O habíamos llegado.
En el lugar donde debería haber habido una rotonda, un parque y edificios de oficinas, había un descampado, un poblado chabolista y, por lo que parecía, varios coches ardiendo.
En un salón, la llama de una vela tililante mostraba temblorosamente la figura de un hombre en albornoz que acariciaba un gato. El hombre reía, era una risa antigua.
No sabía donde estaba, el autobús se había largado aprovechando mi momento de pasmo, y yo estaba de pie, plantado ante la pesadilla de un harpaxofóbico. Reparé en el hecho de que habían reparado en mí. A lo lejos, junto a una pila de neumáticos que ardían, unos politoxicómanos con pinta de refugiados de Darfur envueltos en chándal volvieron la cabeza hacia mí un par de veces, y decidieron acercarse.
-¿Qué estás buscando?,- preguntó uno.
- Paganini, ¿has escuchado a Paganini?,- preguntó el otro.
A la primera pregunta no respondí, a la segunda sí, aunque solo para ganar tiempo mientras me pensaba que responder a la primera.
- Paganini, claro, muy buenos sus caprichos para guitarra. En especial el segundo.
- Lo que yo decía, ¿ves, como yo tenía razón?,- dijo el yonki melómano dando un empujón violento al otro.
- Pero no es mejor que Rachmaninov,- se defendió.
- ¿Quién?
- Coño, Rachmaninov.
- De ese sólo he escuchado el concierto nº3.
- ¿Y qué?
- Hmm, me sigue gustando más Paganini,- dije.
- ¡Lo que yo decía, yonki de mierda, tirao, eres un tirao! Rachmaninov a su puta casa, a tomar por culo. Te crees que por escuchar Rachmaninov es como si tuvieras a Cristo agarrao de los cojones, ¡y una mierda! ¡Hijoputa, cabrón!
Se pusieron a golpearse, cayendo al suelo entre nubes de humo, así que aproveché para irme.
¿Pero a donde? ¿Hacia donde? ¿Qué habría hecho David Hume en mi lugar? Y lo que es más importante, ¿por qué coño estaba pensando en Hume en ese momento? Me palpé la frente, pero no había signos de calentura. Al final decidí empezar a andar de vuelta hacia la ciudad, siguiendo la carretera por donde había venido.
Curioso la buena pinta que tiene un plan sobre el papel.
Allí no había carretera, ni parecía haberla habido nunca, ni se veía la ciudad a lo lejos. Tan solo tierra desolada, baldía, barrida por el viento. Completamente superado, me di la vuelta y en lugar de ver a los dos personajes que se peleaban justo hacía un momento, vi a dos gatos de color naranja, grandes y gordos, que me miraban con curiosidad, sentados sobre sus patas traseras. No había nada más salvo el yermo y áspero desierto. Una columna de arena pasó entre medio de nosotros de forma teatral.
- ¿Dónde estoy?,- pensé, o dije, no me acuerdo.
No contestó ninguno de los dos gatos, lo cual fue un alivio. Aunque no se podía decir que estuviera en la mejor situación posible. A decir verdad, ni siquiera sabía en qué clase de situación me encontraba. Solo, en medio de un desierto, con la única compañía de dos gatos rechonchos, uno de los cuales estaba lamiéndose el culo en ese momento, y con la absoluta certeza de que la cosa no iba a ponerse más fácil de repente.

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