martes, febrero 01, 2005

Cuentos Infantiles vol. 3

[Posiblemente el más enfermizo de los que van hasta ahora. Avisados estais]

Sus padres habían salido dejándoles solos por un instante. María cogió su muñeca y la desvistió. Su cuerpo era de plástico, estaba vacío, y tenía un brillo que María achacaba a la ausencia de vida. Su muñeca, claro está, no estaba viva.
Acarició los cabellos con aire ausente, paseando sus deditos a través de las hebras de fibra de color amarillo, tarareando una nana que sabía huera de significado. A sus seis años, sabía que estaba engañándose con ese ritual falso. Aquello que sostenía en sus manos no era nada. Le faltaba el calor, el tacto, el palpitar de un ser humano. No podía seguir gastando su tiempo en un objeto inanimado. Pero si tuviera alguna forma de insuflarle vida a su muñeca, la cosa cambiaría. Sólo tenía que rellenar su interior con aquello que se guardaba el interior de las personas, fuera lo que fuera. Coger lo que había en un recipiente e introducirlo en otro. No parecía muy dificil, pero no sabía por donde empezar.
Un gemido infantil llegó desde la habitación de al lado. Su hermano Christian se movía inquieto en su cuna.
María, dispuesta a abrirse a un nuevo camino de descubrimientos, agarró su muñeca y unas tijeras y entró en la habitación.


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