El fotógrafo
Es curioso, ésto no es un blog sobre cómics. Y el número de entradas relacionadas con dicho género, no da lugar a engaños. Pero sin embargo, cada vez que pienso que debería escribir algo para desoxidarme, para que los señores de blogger no decidan chaparme la cuenta por abandono, lo primero que me viene a la cabeza es: "voy a hablar de tal cómic". Peor sería si me dedicara a dar la brasa sobre mis neuras, o gastar posts en contar qué tal se me ha dado el día, que estadísticamente es para lo que sirve un blog. No en este caso, aunque haré una concesión de cara a la galería: me he tomado dos vasitos de cervecita de esos de medio litro cada uno y estoy lo que se dice contentillo. Y he decidido que es ésto, estudiar o hacer el barquito. Y dado que dos de tres de dichas actividades requieren una mente capaz de enfocar, me voy a retratar con una entradita, que ya hiede .
Hace años era coleccionista de comics (va, otra concesión). Aún lo sigo siendo, supongo, porque no me he deshecho de mi colección, y cada vez que miro a mi estanteria, siento como se me hinchan los huevecillos de satisfacción. Sin embargo, un día decidí dejar de hacerme colecciones porque me di cuenta de que tenía déficit de literatura sin viñetas y porque ésta no era tan insultantemente cara. Así que dejé de coleccionar comics y empecé a hacerme una colección de libros. Pero no dejé de leer tebeos, aunque porcentualmente pasara de una especialización del 90% a un símbolico 10%, la mayoría de éstos vía escaneo.
La jugada, aunque drástica, salió bien. A fín de cuentas tengo un cuñado que colecciona cómics de superhéroes y que tiene una estantería que deja en bragas a la de Brody de Mallrats, y al que he recurrido y recurriré cuando necesite saber la marca de leotardos de Linterna Verde o cosas así.
Y, también, tengo un amigo llamado Damian que colecciona todos aquellos cómics que no entran en el espectro de "gente con mallas". Para leer cómics que no se engloben en lo que es el mainstream recurro a él. Y para pedirle peliculas de zombies, pero ésto no viene al caso.
Una de las últimas cosas que me ha dejado es MW de Osamu Tezuka. Si da la casualidad de que, entre el público de este blog, hay alguno de esos niños salvajes criados por lobos, probablemente no sabrá que el señor Tezuka es un autor de culto y que está considerado el padre del manga en el país de Godzilla. Ha hecho desde series infantiles como La Princesa Caballero o Astro Boy, a obras adultas cojonudas como Adolf, Fénix o Black Jack. MW es una obra de su etapa oscura de los años 70, y va de un asesino en serie que tiene menos escrúpulos que los guionistas de Los Serrano. Todo en medio de una campaña política salpicada de escándalos por corrupción que tuvieron su base real en el gobierno de Japón de aquel entonces. El comic en cuestión es curioso, pero no mata.
Y lo otro que me ha dejado son dos tomos de un comic franchute bastante curioso. El fotógrafo.
El Fotógrafo es un comic un tanto atípico. Es una historia real, que narra las experiencias de un fotógrafo francés, Didier Lèfevre, que acompañó a un equipo de Médicos sin fronteras en Afganistán durante la guerra que asoló este país en la década de los 80. Todo el mundo ha visto Rambo 3, ¿no? Ya, vaya ejemplo.
Los autores son el mismo fotógrafo Lefèvre, que cuenta su historia. Emmanuel Guibert, que la dibuja, y Frédéric Lemercier que la colorea. La forma es original. Se intercalan viñetas con fotografías reales en una especie de diario de viaje, que hace un repaso objetivo del conflicto, y que retrata extraordinariamente rostros y paisajes. Aunque la historia es en su mayor parte el conjunto de vivencias de Lefèvre en ese país, y dedica gran parte a contar sus pensamientos, el verdadero valor de éste cómic está, a mi parecer, en toda la luz que arroja sobre un país desconocido para la mayor parte del mundo, a no ser que tengamos en cuenta lo de los talibanes y sus voladuras de Budas gigantes. El retrato que hace de la sociedad y las gentes de ese país es tan crudo y desprovisto de adornos que supura honestidad. Y asombra. Asombra conocer la fuerza de las relaciones familiares que mantienen los afganos (el irrompible vínculo padre-hijo), lo que piensan realmente las mujeres de los burkas (contrariamente al pensamiento occidental, ellas no lo ven como una represión) , o la forma de negociar entre distintos clanes (con las manos abrazadas bajo un manto y usando un lenguaje basado en la presión de los dedos)... Es un país destrozado por la guerra, pero los médicos de la misión, que llevan años pasandolas canutas y jugandose el tipo para ayudar a los heridos, lo aman más que a su verdadero lugar de origen. Consiguen ver a través de la cortina de minas antipersona y de las ráfagas de fusiles, y descubren lo que para ellos es, en sus palabras, el país más hermoso del mundo. Las montañas, los ríos, los valles. Y los afganos, agradecidos en medio de la desgracia, y duros como tallados en piedra. Todo ese sentimiento de alguna forma queda impreso en las escasas páginas que conforman los dos tomos (me queda el tercero por leer).
Aunque, vale, hay momentos en los que parece que estamos leyendo una transcripción literal de un documental del Pilot.
Del dibujo sólo puedo decir que cuenta la historia sin artificios, nada más y nada menos. De la fotografía, que en algunos pasajes es preciosa, en otros simplemente pasable, y en un par de momentos escogidos, sobrecogedora. El mismo autor reconoce lo mucho que le cuesta retratar lo que pretende, en esas condiciones. Pero la impresión que deja es muy buena. O eso me ha parecido. A pesar del despliegue visual, lo que sostiene el cómic es la historia de fondo. Si buscase paralelismos, diría que es a Afganistán lo que Persépolis* fue para Irán. Una historia personal que, con sus limitaciones, se convierte en una ventana abierta a la historia de un país.
Leed más cómics y no veais tanta tele, hijos de puta.
Y ya que estamos, aprovecho para decir que David Bowie mola mogollón y que algún día me curraré un monográfico sobre él. ¿Cómo coño, me pregunto, me he tirado veintitantos años sin interesarme en lo que ha hecho este pedazo de genio? Ésto sí que es deuda histórica y no lo de mi realidad nacional.
Va, el mes que viene escribo otro post que estoy que lo tiro todo.
*Como curiosidad, Marjane Satrapi, autora de Persépolis, aparece en los agradecimientos.
2 comentarios:
Te odio cuando hablas de cosas. Sobretodo te odio cuando mi pobreza extrema me impide tomar contacto con aquello de lo que hablas. En otro orden de cosas, no te preocupes, que te odio en todo tipo de circustancias cotidianas de la vida, cuando hablas de cosas no te odio especialmente.
Dame amor y hazme un avatar, puerca.
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