Mundo Laboral
Todo empezó el día que Jordi decidió que zurrir mierdas con un látigo podía ser un buen negocio.
Jordi necesitaba a alguien del mundillo, y contactó con Borja, que tenía bastante experiencia en el asunto. Se necesitaban mutuamente, ya que Borja había perdido su látigo y a Jordi le sobraba uno. Decidieron que Borja le daría una bolsa de chuches al mes a Jordi, y Jordi y él se dieron la manita y presentaron entre sí a sus respectivos operarios de látigos, unos seres pequeñitos y asustadizos que los manejarían por ellos para que no se jodieran la manicura. Por parte de Borja estaba Amparo, que llevaba algunos años con aquello de las mierdas y había zurrido plastas monumentales. Jordi trajo a Josito, que no sabía nada de aquello, pero tenía ganas de aprender. Entonces, Amparo empezó a entrenar a Josito como a los gladiadores del circo romano:
- Hola Josito.
- Hola Amparo.
- Esto es una mierda, ¿ves?
- Ah, sí.
- Y esto es un látigo.
- Ya veo.
- Pues ahora tienes que zurrir la mierda con el látigo, así. (¡Plas!)
- Huy...
- Toma, prueba.
- Mmmmfggh!
- Dále fuerte.
- Zaca! (¡Plas!)
Y así siguió la cosa por unos meses. Jordi y Borja se refocilaban repantigados mientras veían a sus protegidos reventando mierdas a latigazo limpio.
Entonces, Jordi, que había quedado como encargado de los látigos, se despistó un día de juerga y los perdió jugando al bingo simultáneo que había al lado de su casa. Borja se quedó a cuadros, claro está, pues eso significaba que sus carreras en el mundo de las mierdas zurridas por látigos tocaba a su fín.
Jordi sabía que era culpa suya, pero como de todas maneras Borja no había cumplido su palabra en lo de las chuches, tampoco se sintió muy obligado a arreglar aquello. De hecho, Borja no le había traído ni una mísera bolsa de chuches en todo aquel tiempo.
Borja solucionó más o menos el asunto hablando con un nuevo tipo, Bartolo. Bartolo les prestaría unos látigos a cambio de chuches. Jordi no sabía nada de nada, simplemente se encontró un día a Borja con unos látigos nuevos, y aunque mosqueado, aceptó el nuevo status. Mientras todo esto se gestaba a sus espaldas, Josito y Amparo habían visto crecer el montón de mierda y ahora lo tenían peligrosamente cerca. Gracias a la audacia de Josito y al buen hacer de Amparo, consiguieron salir de la crisis usando los nuevos látigos, pero casi a costa de su cordura.
Así aguantaron unos cuantos meses más, tras los cuales, Jordi decidió que se retiraba del negocio de las mierdas zurridas por no encontrarle aliciente y por entender que se había llevado más hostias que alegrías. Jordi se lo comunicó a Josito con estas palabras:
- El negocio acaba en marzo. Después te cambiaremos de sitio. ¿Qué te parece el negocio de lanzar orines de mono titi?
- Pues... no sé que decirle la verdá.
Josito, tras deliberarlo internamente, decidió que aún no había explotado del todo su carrera de zurridor y que no le apetecía dar el salto a lo de los orines tan pronto. Un día, Borja le dijo:
- Josito, ¿qué te parece seguir una temporada más con ésto de las mierdas y los látigos?
- Pues depende.
- Y si te vienes conmigo?
- ¿Vasme a meter drogas en los bolsillos?
- No, hombre.
- Ah bueno, me lo pensaré.
- Piensatelo chavalote, que te doy más chuches que Jordi.
Josito aceptó la oferta de Borja y decidió seguir en su papel de azote de las cacotas. Eso sí, por más chuches y un lote de calcomanías.
Y aquí estamos.